Pasada la semana santa y todavía con la resaca de la patética imagen que cientos de fulanos lacerándose pueden provocar, me embarqué en la delicada misión de suponer qué le es ofensivo a dios:
Apenas empezaba a acomodarme y ya estaba yo blasfemando, ¡Pero si dios se escribe con d mayúscula! Esa es una cuestión fácil de resolver; sabemos que las reglas ortográficas indican que se escriben con mayúsculas los nombres propios, no así el resto de los sujetos; puesto que si quiero hablar de un dios cuyo nombre propio sea Dios no solo sería una blasfemia, peor aún una falta ortográfica escribir su nombre con d minúscula. En este caso quiero aclarar que no hablo de un dios en particular (Además no conozco algún dios que se llame “Dios”) puesto que todos son igual de divertidos. Por lo que queda, cuando hablo de “dios” me refiero a todos esos dioses que se escriben con d mayúscula como Thor, Quetzalcoatl, Tláloc, Jesús, Freddy Mercury, Maradona, etcétera, pero a ninguno en particular.
Pero una disertación como ésta no puede empezar así. Lo correcto es comenzar por definir lo que todos suponemos por cultura general le es ofensivo a dios. La blasfemia según San Wikipedia: “Blasfemar (del griego blaptein, "injuriar", y pheme, "reputación") Etimológicamente significa grave irreverencia hacia cualquier persona o cosa digna de ser estimada. En su uso estricto y generalmente aceptado se refiere a una ofensa contra Dios”. La blasfemia ha sido castigada severamente desde que se crearon los dioses, con sentencias de muerte, destierros, santas inquisiciones y todavía hoy encontramos rechazo social. Hasta los padres del pensamiento lógico temían blasfemar mientras buscaban la verdad. Algunos blasfemos consideran que es precisamente la blasfemia la excusa que ha servido a algunas instituciones que sirven a los dioses para reprender a todo aquel que ose ofender a algún dios.
La blasfemia es relativa al dios que se considere, por ejemplo en algunas civilizaciones mesoamericanas era un insulto al dios del sol darle la espalda a esta estrella en su templo. Es muy complicado llevar una vida poco impía a la vista de todos los dioses, dado que a los dioses no les gusta compartir a sus fieles, algunos prohíben la adoración a otros de sus teónimos (por lo que algunos expertos recomiendan escoger solo un dios). Otras culturas consideraban el fruto de la ciencia como blasfemia “Y sin embargo se mueve”, el darle a un fenómeno cualquier explicación lógica o no que no entendiera a dios como el origen era un atrevimiento impío solo impulsado por la locura, la herejía, el comunismo y otras cosas del diablo, esto retrasó la llegada del Nintendo algunos siglos.
Mas la sombra de una duda confundió mi camino, el no jurar en nombre de dios en vano, no robar, no fornicar, estos son preceptos que encontramos en sagradas escrituras como mandamientos que deben seguirse para no enojar a dios; sin embargo el corromper los mandamientos es considerado un pecado; pero, ¿El pecado es lo mismo que la blasfemia? Según la lógica formal “A es A, A no es B, A no es no A” el pecado y la blasfemia no pueden ser lo mismo y hasta ahora nadie lo ha discutido. Es conveniente entonces definir nuestro siguiente concepto: Para los griegos, pecado se decía hamartia: “fallo de la meta, no dar en el blanco”. Aludía al concepto de vivir al margen de lo esencial debido a una actitud errónea no consciente. El concepto religioso aún vigente de pecado como “delito moral” alude a la trasgresión voluntaria de normas o preceptos religiosos. Ahora que entendemos el pecado como un delito que incluso puede ser perdonado pagando una fianza espiritual de arrepentimiento la pregunta es si romper estas reglas es una irreverencia a dios, el camino más corto es aceptar que desobedecer un mandamiento divino obviamente es pasar por alto las advertencias y los limites trazados por los dioses, por lo tanto es ignorar las órdenes directas del todopoderoso y se considera blasfemia el acto de pecar. (¿Todopoderoso se escribe con mayúscula?).
En nuestro recién nacido siglo las manifestaciones artísticas alcanzan todas las opiniones, contextos e ideologías, esto hace inevitable que uno que otro blasfemo con buen humor o sin él tome pincel, papel, cámara, trompeta o la herramienta de la que se vale para manifestar su tolerancia, indignación, desacuerdo, en otras palabras su versión de la realidad que habita, en algunos casos se usa la ironía en otros tantos el insulto. Conocemos ejemplos claros de caricaturas, canciones, poemas, libros enteros llenos de blasfemia. Pero estas no son las primeras manifestaciones artísticas de la blasfemia; pensadores en la ilustración ya escribían sin inspiración divina, desde antes de La Divina Comedia, Fausto, incluso San Agustín se atrevió a blasfemar la obra de Aristóteles (Que también se escribe con mayúscula), estoy seguro que por ahí hubo algún integrante de la tribu que se burló del dios de la lluvia. Sin ir más lejos existe por ahí una religión que prohíbe la representación gráfica de su Dios y su profeta, supongo que no se han enterado de lo redituable que puede ser vender estampitas.
Ahora habría que reflexionar sobre las consecuencias de la blasfemia. Antes mencioné que hay instituciones encargadas de sancionar los actos impíos, los pecados; la punición es tan subjetiva como la falta, encontramos en la historia multas desde oraciones, confesiones de arrepentimiento, dinero, excomuniones y por último la vida; en otros muchos casos el pueblo se encargaba del castigo al blasfemo al denunciarlo, rechazarlo y lincharlo. Sin embargo hoy gozamos de la libertad de elegir si queremos ser guiados por cualquier religión e ideología, por lo que hoy en día el verdadero castigo, si lo hay, consiste en la carga de conciencia que consigue una educación religiosa mediocre o activa, por lo que nos encontramos otra vez con la subjetividad. Lo que es seguro es que no se sabe de un caso concreto en el que algún dios haya castigado personalmente al injuriante.
¿Está bien hablar mal de dios? Para contestar esta pregunta es necesario definir primero el bien y el mal: Estos conceptos conforman una dualidad dependiente, misma que fue creada por el ser humano para definir sus actos. El bien y el mal no existen sin el hombre, dado que los otros seres no tienen juicios calificativos sino que sus actos son guiados por sus instintos, encontramos así que tanto el bien y el mal como dios y el diablo son una herramienta de juicio y control que solo sirven al hombre, existen en una esencia, pero así como los calcetines existen porque el hombre los creó por encontrarlos útiles. Entonces el bien es un valor o juicio otorgado a una acción que produce beneficios sin infringir la moral (recordemos que la moral también es relativa); Platón comenta en sus diálogos que lo bueno es lo que es agradable a los dioses y va ligado a las virtudes como la justicia y la belleza, pero Platón también nota que hay varios dioses con gustos diferentes, entonces ¿lo bueno es relativo? Pero el bien no es un ente completo, necesita de su complemento para denominar lo contrario. El mal tiene tantas definiciones como el bien; se piensa que el mal es todo aquello que se opone a la búsqueda del bien y no es difícil comprender esta idea pues todos hemos visto películas de Disney. Estos conceptos milenarios en su dualidad han sido ligados a otros elementos antagónicos como Dios y el temido Mefistófeles, pero estos no van unidos en su esencia al bien y el mal pues estos últimos se conducen por una jerarquía de estándares morales en cuanto al comportamiento humano. “Pero para hacer el mal no hay por qué ser diferente, usted puede ser criminal o ministro o presidente”
Ya con el bien y el mal definidos podemos razonar sobre si está bien hablar mal de dios. Es hora de sustituir nuestra fórmula: ¿Es una acción que produce beneficios sin infringir la moral el referirse a dios de una manera que no produzca beneficios sin infringir la moral? Esta pregunta paradójica no cuenta con una respuesta tan simple como aparenta puesto que el hablar mal de dios es nuestro primer momento, el daño a la moral está hecho, pero nuestra duda era si este evento nos proporciona beneficios, lo que nos importa es la consecuencia del acto. ¿Cómo obtener un beneficio al hablar mal de dios? Un ejemplo claro de esta circunstancia es que la santa ciencia y sus ramas como la filosofía, paleontología, historia, etcétera se pasan la vida hablando mal de dios y es muy claro que sus beneficios no son pocos.
El blasfemar seguramente no te traerá más que algunas miradas reprobatorias, risas, excomuniones y algunos aplausos. Lo seguro es que los que traerán los mayores beneficios en los tiempos futuros serán los que acompañados por la razón hablen mal de dios.